Ángel y demonio

Transitando la senda del dolor

Salmo desde los infiernos,
transitando valles tenebrosos.

 

En cuestión de horas, todo se te va de las manos.

La percepción del dolor, tanto del ajeno como del propio, se intensifica exponencialmente hasta hacerse insoportable, conquistada por avalanchas de sufrimiento y de sombras.

Somatizas todos los males, tanto los tuyos como los de otros. El estómago se contrae negándose a ingerir alimento. Los achaques, dolores, trastornos y padecimientos se ceban en ti.

Pierdes pie y te abandonas a los demonios: sucumbes a las dentelladas de las tentaciones infernales que, sin poder evitarlo, tú mismo invocas.

En el sueño tampoco hay cobijo, sólo agonía y pesadillas. Bestias negras.

El pánico multiplica tu ansiedad brutal e incontrolable. El impulso de la auto aniquilación por inanición, inacción y desesperación se desata ingobernable, sometiendo tu voluntad.

La autoestima desciende a temperaturas glaciales que te abrasan.

No hay cobijo.

Es sólo un presentir: sabes que la cosa se va a endurecer.

Y que sólo hay un camino:
postrarte ante tu libertad, ejerciendo la elección imposible.

Y seguir adelante.

Pase lo que pase.

Oh jefe, que no existes y nunca mandas: provee lo imposible.

 

 


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