El propio lenguaje español diferencia entre el dolor y el sufrimiento.
Cuando algo te duele, dices «Me duele»: es algo que recae sobre ti, pero que no eres tú. Casi nada importante de la vida puede llevarse a cabo sin experimentar algún tipo de dolor… El ejemplo paradigmático es el parto: el alumbramiento de una nueva criatura supone para la madre -por lo general- un tremendo dolor, pero es la fuente del mayor milagro cotidiano que vemos todos los días.
En cambio, cuando sufres, dices «Yo sufro»: es la autoconciencia que se ha desplegado sobre el dolor y se ha replegado sobre éste convirtiéndolo en sufrimiento; surge entonces el sentimiento de culpa: la necesidad de buscar culpables, seamos nosotros mismo o sean otros.
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