- Prólogo del Caminante
El SiEnte Venitivo, mancha en la nada, claro en el ser. Con la mirada al alba. La melancolía a cuestas en la concha de su ahora, navegante por la espiral viva de la memoria que anticipa.
La noche tiene, en efecto, el color de la melancolía, irradiante de una redonda luna azul. La inmensidad duerme, y su respiración se acompasa con la mía, que la miro dormir.
La noche es clara, mas no lo suficiente. ¿Cuándo amanecerá?
Todavía es tiempo de velar los sueños. A ojos cerrados y ojos abiertos. Los que se han de cumplir y los que se han de incumplir, los que se cumplirán y se incumplirán. Los que no pueden cumplirse.
Permanece en atenta vigilia, centinela de tu destino.
No vayas con quienes viven muy rápido, envejecen aún más deprisa, y mueren antes de estar muertos.
No vayas con quienes viven muy lento, no abren los ojos, y mueren cuando todavía no han empezado a vivir.
No te vayas de la olla.
No vayas: Ven.
Rehúye el desencuentro.
No vayas, ven. Asegura tu paso y ven al encuentro contigo mismo. En el Acontecimiento del SiEnte Venitivo.
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